La inestabilidad interna que la UE afronta tiene como uno de sus frentes los procesos de secesión impulsados por las regiones que buscan la consecución de un Estado. S. P. Huntington escribió que la tendencia del siglo XX contra la secesión es solo tan fuerte como la tendencia del siglo XIX en contra del divorcio civil y en esa línea defendía que cuando la secesión es posible, los estadistas contemporáneos harían bien en verlo con mayor tolerancia. Sin embargo, este cambio de percepción no se ha dado en el siglo XXI, ya que la variable geopolítica continúa explicando en gran parte los diferentes desarrollos que tienen los procesos de secesión en Europa. Un proyecto secesionista solo puede crear un estado normalizado si cumple dos condiciones necesarias: (1) Tener el monopolio de la violencia en el territorio reivindicado y (2) el reconocimiento internacional. Además, en las últimas décadas se menciona habitualmente la necesidad de tener el respaldo mayoritario de la población del territorio hasta casi convertirse en una condición casi necesaria, pero, no suficiente si tenemos en cuenta la variable de la geopolítica. Las principales potencias mundiales han reconocido o condenado secesiones basadas en los principios democráticos según sus intereses geoestratégicos y no por respeto a la voluntad de una población de un territorio determinado. En consecuencia, este paper explica que la variable independiente más útil para poder determinar el posicionamiento de una organización internacional o Estado respecto a un proceso de secesión no es su apoyo popular sino la variable geopolítica. Un ejemplo paradigmático de lo explicado es el caso catalán que aquí se analiza a través de los posicionamientos de la Unión Europea y la NATO, así como de las grandes potencias como los Estados Unidos, Rusia y China.