En la última década, con la proliferación de privadas universidades españolas que han incluido el grado de Relaciones Internacionales como parte de su oferta académica, las simulaciones como metodología activa han ganado una creciente popularidad en las aulas. Se trata de un tipo de aprendizaje experiencial, popular entre los estudiantes porque, cada vez más, piden recibir una educación que se parezca lo más posible al mundo profesional al que se han de enfrentar.

Sin embargo, pese a su extendida utilización, la literatura científica en español ha estado particularmente enfocada en relatar experiencias de simulación sin prestar demasiada atención al diseño, ni tampoco a medir la efectividad de éstas como instrumentos de aprendizaje (Bustos et. al, 2016).

El resultado es que se carece de una guía acerca de “cómo hacer” simulaciones (Usherwood, 2013). Este trabajo pretende rellenar esa laguna y con un enfoque eminentemente pedagógico, realiza una revisión de la literatura más significativa, tanto en el campo del aprendizaje activo, como en el de las simulaciones políticas para señalar los pasos que cualquier docente ha de seguir para realizar una simulación de manera efectiva.

Asimismo, el estudio destaca la importancia de no quedarse en el “performance” de lo que se simula, sino que enfatiza el alcance de la sesión de cierre o “debriefing”. Para que cualquier actividad en el aula sea considerada como aprendizaje activo, resulta imprescindible una reflexión acerca del proceso de aprendizaje. Por tanto, el “debriefing” no es un añadido a la simulación, sino una parte integral de ésta. Por último, se realiza una propuesta de medición de los resultados de la simulación llevada a cabo para así determinar la efectividad del ejercicio entre los alumnos y poder constatar mediante datos científicos que no se trata sólo de una experiencia divertida (Raymond y Usherwood, 2013: 158), sino que es un método de aprendizaje adecuado.