Según algunos pensadores, las redes sociales abren la puerta a una comunicación horizontal de gran alcance, la cual, en última instancia, favorece el ciberactivismo así como la organización y movilización política de los ciudadanos. Otros autores, por el contrario, niegan que Internet pueda ser el motor de un cambio en este sentido y califican a los primeros de ciberutópicos. En el marco de esta discusión, considero que se puede mantener una especie de postura intermedia: se puede aceptar en principio que Internet establece las condiciones de posibilidad para que la ciudadanía participe de una forma más activa en la vida política, pero habrá que discutir si los individuos están realmente en disposición de materializar esa participación.

A mi juicio, a la hora de analizar qué tipo de ciudadanos somos y si estamos capacitados para aprovechar de manera efectiva las posibilidades que nos ofrece la red en relación a la participación política, es necesario tener en cuenta que Internet no solo ha modificado el ámbito de la comunicación, sino que también cambia a las propias personas (en este punto sigo de cerca a Nicholas Carr). En otras palabras, la red no es meramente una herramienta que está a nuestro servicio, sino que también influye en nosotros de alguna manera. Mi objetivo será examinar en qué aspectos y en qué medida determina Internet la construcción de los sujetos a día de hoy para después valorar si estos están realmente en disposición de aprovechar las nuevas tecnologías para volverse políticamente más activos.