Desde la acuñación del término en 1998 por parte de Gideon Rose, el realismo neoclásico ha sido entendido desde distintos puntos de vista dentro del ámbito académico de las Relaciones Internacionales (RI). A pesar de la capacidad de esta teoría para realizar un análisis comprehensivo del comportamiento de los Estados mediante la inclusión de elementos tanto sistémicos cómo domésticos, distintos autores han considerado esta corriente del paradigma realista, bien cómo una mera actualización, o bien cómo una extensión de las otras dos principales corrientes realistas.

Debido a la inclusión de elementos domésticos y, en concreto, del papel de los decisores políticos en la formulación de la política exterior, algunos autores han considerado esta teoría cómo la actualización del realismo clásico, al situar al individuo cómo un elemento relevante en la comprensión del comportamiento de los Estados. También hay quienes consideran que esta teoría debe encuadrarse dentro del neorrealismo. Según esta segunda visión, más que una teoría independiente, el realismo neoclásico sería una extensión del neorrealismo, que se aplicaría cuándo los factores sistémicos no explican completamente el comportamiento de los Estados.

Sin embargo, en los últimos años, se han desarrollado trabajos -entre los que destaca el de Ripsman, Taliaferro y Lobell (2016)- y consolidado la visión que defiende que la teoría realista neoclásica es independiente de las otras dos principales corrientes, y no una mera "corrección" de las primeras. En este trabajo se hace una revisión teórica de la principal literatura acerca del realismo neoclásico y las principales posturas al respecto, para apoyar la postura que sostiene que la teoría realista neoclásica, si bien de nutre de las otras corrientes, es una herramienta útil, independiente y autónoma que permite comprender, analizar y explicar de forma sistemática el comportamiento de los Estados.