El concepto de ciudadanía ha sido objeto de debate, en numerosas ocasiones, en el seno de la teoría política. Desde la Modernidad, los principios liberales tales como la primacía del individuo y sus derechos han adquirido una gran relevancia respecto a otras tesis que abogan por la supeditación del individuo a la comunidad. Ello ha derivado en la atomización de los individuos y una tendencia individualista en las sociedades actuales. Asimismo, el papel del ciudadano en las actuales democracias es meramente procedimental, ya que el margen de actuación y decisión sobre asuntos de la vida política se reduce a contadas ocasiones como la votación en los procesos electorales.

Por ello, creo que resulta de gran relevancia repensar esta categoría atendiendo a los distintos modelos de ciudadanos de las siguientes tradiciones de pensamiento: el liberalismo, el comunitarismo y el republicanismo. De este modo, haré un recorrido de los principales rasgos y críticas que plantea cada una de las mencionadas corrientes de pensamiento. En primer lugar, las tesis liberales ponen en valor la autonomía del individuo y los derechos individuales en detrimento de la comunidad política. Seguidamente, en contraposición a las ideas liberales, el comunitarismo otorga “prioridad” a la vida comunitaria, dado que la pertenencia a una comunidad permite al individuo poseer una serie de valores y una noción común de vida, pudiendo así desarrollarse plenamente. Por último, el republicanismo podría situarse en una posición intermedia entre el liberalismo y el comunitarismo. Así, las tesis republicanas al igual que las comunitaristas, hacen énfasis en la comunidad y ciertos valores como el compromiso con el bien común y la solidaridad. No obstante, los republicanos entienden la comunidad como fruto de una construcción y no un “ente” preexistente a los individuos, como defienden los comunitaristas.