La hipótesis de trabajo en la que nos situamos es que la democracia de posguerra, aun con sus diferencias internas, comparte un conjunto de “ideales operantes” (Lindsay) que le otorga cierta unidad y que sirven para su comprensión en el plano de la teoría política normativa. De manera sintética el “ideal operante” característico de las democracias liberales o pluralistas de la segunda mitad del siglo XX fue su vinculación ética y política con los DDHH y su constitucionalización. Hubo dos factores cruciales para su nacimiento: i) una experiencia compartida de una realidad bárbara y demoledora, y ii) un deseo fuerte de salir de esta para que no se repitiera nunca más en aras de un proyecto de futuro común caracterizado por un nuevo principio de civilidad democrática que permitiera el florecimiento del desarrollo humano (Nussbaum).

A partir de los 80 del siglo XX este modelo normativo empieza a tambalearse dándose una disputa por su sentido y una crisis normativa de la democracia.