La cuestión del Antropoceno se ha revelado central para el estudio de la política en el siglo XXI. Durante la pasada centuria desde la teoría política se abordó de manera prioritaria la crisis que en el mundo humano supuso la aparición de los totalitarismos. En esta ocasión el desafío climático, como con la amenaza nuclear, pone a la especie en su conjunto en peligro, además de llevarnos a pensar la política más allá de lo humano, desde Gaia.

A la hora de comprender semejante cambio de perspectiva no nos bastamos, hemos así de estudiar y colaborar estrechamente con otras ciencias. Y hemos de hacerlo desde el paradigma científico contemporáneo que hace ya alrededor de cien años nos mostró la obsolescencia de la cosmovisión newtoniana. Es algo que en otro lugar he trabajado partiendo de la obra de Giambattista Vico, quien frente al proyecto de René Descartes defendió precisamente la interdisciplinariedad a comienzos del siglo XVIII, en lo que supuso el canto del cisne de aquella otra Modernidad que no pudo ser: precisamos de la conspiración de las ciencias para que no sucumba la ciudad, advirtió en su momento. En lugar de seguir el consejo viquiano, como es sabido, se emprendió el camino de la parcelación, la especialización y la división de las ciencias bajo la jerarquía de la nueva física y las matemáticas.

Si utilizamos una figura retórica que el napolitano conocía y enseñaba en sus clases de la Universidad de Nápoles, el quiasmo, encontramos en el giro de las ciencias de la conspiración una apertura significativa que nos permite adentrarnos en las ciencias de la certeza gnóstica, siempre acechadas por la conspiranoia. Eric Voegelin nos invita a ello cuando precisamente valora a Vico como aquel que pudo evitar al gnosticismo. Este antiguo movimiento herético constituye para el alemán la esencia de la Modernidad triunfante, y así lo ha desarrollado en algunas de sus obras centrales como La nueva ciencia de la política.  

En esta ponencia presentaré, por un lado, y partiendo entre otros de los estudios clásicos de Voegelin o Hans Jonas, pero también de autores contemporáneos como Bruno Latour, Jorge Riechmann o Juan Dorado, los vínculos entre el gnosticismo y una persistente noción de ciencia aún presente en nuestros estudios políticos. Posteriormente indagaré de la mano de autores como Simon Critchley, John Gray o Antonio Rivera, entre otros, en la conspiranoia gnóstica. Finalizaré con una reflexión sobre la expansión de los negacionismos climático y pandémico en nuestro tiempo y su relación con todo lo anterior.