Con el eclipse de la consigna republicana revolucionaria de la fraternidad durante la segunda mitad del siglo XIX (Domènech, 2019), la solidaridad emergió como un concepto que en un primer momento fue simplemente una variante de aquella y posteriormente la reemplazó desplazando significativamente su significado (Bertomeu, 2018): perdía su radicalidad emancipatoria con la popularidad del paradigma solidarista durante la Tercera República francesa, que pondrá las bases del Estado social desarrollado con profundidad tras la Segunda Guerra Mundial (Herrera, 2013). De hecho, los orígenes del Estado social o providencia han sido habitualmente analizados desde coordenadas foucaultianas que terminan por señalar la dimensión disciplinaria de un poder que se abrió paso domesticando a los individuos y neutralizando las pasiones políticas populares (Donzelot, 1984) mediante la incipiente técnica aseguradora (Ewald, 1986), llevándoles a abandonar las demandas de justicia estructural ―como en febrero de 1848― por las proclamas particulares de justicia reparatoria. Proponemos complementar estas genealogías con el examen de los cambios materiales, sociales y discursivos que propiciaron el esplendor de la solidaridad a finales del siglo XIX: las instituciones obreras ―desde sindicatos a periódicos, pasando por escuelas y centros sociales― que conformaron un “contratejido institucional de autodefensa” (Domènech, 2019), logrando notables “leyes sociales” a comienzos del siglo XIX, aquello que Paolo Grossi llamó “solidaridad sin socialismo”. La atención dirigida a estos procesos colectivos de construcción de la subjetividad, tanto en Francia como en menor medida en Alemania e Inglaterra (Metz, 1999), nos permitirá recuperar tanto la riqueza semántica de la solidaridad como sobre todo su cristalización en espacios de resistencia, experiencias cargadas de potencial práctico para nuestro tiempo en la medida en que, con la crisis del Estado social de fondo y el “welfare chauvinism” ganando adeptos, las recientes crisis tanto pandémicas como bélicas han revalorizado el concepto de solidaridad ―mecanismo habitual para generar consensos en tiempos convulsos.