En los últimos años de su vida, Michel Foucault emprende lo que llamará una historia de la subjetivación, entendida como una historia de las relaciones entre el sujeto y la verdad o, según Ángel Gabilondo, “la manera en la que el sujeto hace la experiencia de sí mismo en un juego de verdad, un proceso por el que el sujeto se constituye y que podemos llamar la subjetivación”. Foucault se interesa, en concreto, por la inquietud de sí o el cuidado de sí de la filosofía antigua, sobre todo por aquello que él llama “técnicas de sí”, formas en que el sujeto establece una relación consigo mismo y se modifica: modifica su modo de ser, su ethos, para alcanzar la verdad. Estas técnicas pertenecen al dominio de la ética de un modo muy concreto: son estrategias, medios, mediante los cuales los sujetos se modifican a sí mismos, y anteceden al código moral que pueda otorgar la tradición o la razón; el sujeto se constituye a sí mismo de modo radical e integral, desarrollando toda una “estética de la existencia”, una “estilización de la libertad”; es decir, que el conducirse del sujeto, el trabajo del sujeto sobre sí mismo, se llevará a cabo en una forma de vida, en un estilo de existencia. Se establecen así íntimos lazos entre ética y estética de la existencia.

En esta investigación nos proponemos indagar en esta relación entre ética y estética, con la tesis de que esta “estética de la existencia”, lejos de ser mero ornamento que pudiera recordar, por ejemplo, a cierto dandismo, se identifica aquí con la labor íntima del sujeto, en el ejercicio de su libertad, por crearse, por elaborarse a partir de las técnicas de existencia (tekhné tou biou). Nuestro objetivo principal es poder esclarecer si, como Foucault defendía, estas técnicas abren la posibilidad al sujeto de ser “auténticamente” libre con, o a pesar de, las múltiples circunstancias y determinaciones, (también del poder). Nuestra tesis es que las técnicas de existencia promueven la apertura (o la constitución) de la interioridad, posibilitando un espacio de libertad. Mas aun, defendemos que, si el sí mismo puede desarrollar un movimiento propio, auténtico, es gracias a la afectación radical que efectúa el pensamiento gracias a esas técnicas sobre una dimensión que es esencial al sujeto corpóreo: el sentir, su sensibilidad.