En 1911, Fernando de los Ríos obtuvo la cátedra de Derecho Político de la Universidad de Granada; aquel bello rincón, con el que de manera irónica calificó su estancia, que sentía como pasajera, en una ciudad alejada de los centros neurálgicos del pensamiento y acción política, dejaría a la postre una huella indeleble tanto en su trayectoria intelectual como vital y, sobre todo, política. En primer término, porque después de un largo periplo de varias décadas en que no consiguió acceder a puestos estables en otras universidades, por fin, lo conseguía en la ciudad nazarí. En segundo lugar, porque en Granada formaría su familia al casarse y al nacer su única hija a los pocos años. Y, en tercer lugar, de no menos importancia, su notoria presencia pública le llevaría a una paulatina imbricación con la sociedad granadina que daría lugar a definirse de una manera clara en lo político y en pos de la mejora de las condiciones de vida de las clases trabajadoras.

Este salto a la política activa, de manera inicial, desde su simpatías por el reformismo que encabezaba Melquíades Álvarez, y, con posterioridad, de forma explícita y sin solución de continuidad, tras la crisis política de febrero de 1919 contra el caciquismo en Granada, que lo encumbró a la posición de diputado nacional por el Partido Socialista en las elecciones generales de ese mismo año. Se vería reforzada por su presidencia de la Casa del Pueblo. Paralelo a este liderazgo, llevó a cabo un hondo proceso de análisis jurídico-político del caciquismo que resquebrajaba al sistema monárquico y sus posibles soluciones, dibujando, a su vez, un programa alternativo de reforma legislativa que condujera a España a una democracia liberal de tintes sociales. Por tanto, siguiendo sus escritos y discursos políticos puede seguirse este interesante proyecto de cambio, para contemplar como vislumbró la crisis de la Restauración Fernando De los Ríos.