El discurso de Podemos se centra en la noción de que unas élites políticas y económicas han secuestrado en España y en Europa lo público para usufructuarlo en su favor.  La solución, por tanto, es empoderar al “pueblo” para recuperar su soberanía, lo cual sólo es viable para Podemos con políticas igualitarias en lo económico y en lo político, que regeneren y reconstruyan la democracia.

En este sentido, Podemos representa la emergencia de una política agonista (C. Mouffe). El agonismo supone transformar la distinción amigo-enemigo (C. Schmitt) en una relación adversarial, el antagonismo en agonismo:  convertir una diferencia existencial incompatible con toda convivencia en una diferencia que permita a proyectos contrahegemónicos convivir porque comparten unas reglas de juego democráticas, dentro de las cuales luchan por la hegemonía.

Castoriadis sostiene que la democracia, como todo orden, es en verdad un régimen ya que produce subjetividades específicas, y por tanto critica la noción de democracia como reglas del juego neutrales (N. Bobbio). Partiendo de esta concepción, el interrogante que quiere abrir este trabajo es si Podemos no se acaba encontrando con un problema clave del agonismo: al separar reglas de juego y orden político, acaba neutralizando la democracia representativa, lo cual lastra la capacidad de cuestionamiento de la hegemonía existente.