Modelos de participación y acción política de mujeres trabajadoras del sexo

Autor principal:
Idoia del Hoyo Moreno (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea)
Programa:
Sesión 1
Día: martes, 14 de julio de 2015
Hora: 09:00 a 11:00
Lugar: Aula 4

Habermas define la esfera pública liberal como el espacio donde se crean y se desarrollan los discursos, siendo a su vez lugar para deliberar sobre problemas comunes[1]. Desde la configuración del concepto ciudadanía como consecuencia principal y directa de las revoluciones liberales, han sido delimitadas dos esferas de actuación, la pública y la privada, atribuyendo la primera de éstas a los hombres y la segunda a las mujeres. De este modo, la esfera pública liberal, tal y como Habermas la concebía, ha sido construida en base a ciertas exclusiones, entre las que encontramos, entre otras, las de género y clase[2]. Esta división del espacio constituye una de las principales estructuras del patriarcado moderno, que ha privado a su vez la participación política de las mujeres.

Paralelamente a la división sexual del espacio, el sistema sexo-género de dominación masculina ha realizado una segunda dicotomía, esta vez entre las propias mujeres, que ha supuesto su especialización sexual. Como bien expresan Foucault y Marcela Lagarde, las mujeres, a diferencia de los hombres, son su cuerpo. Por consiguiente, el uso que éstas hagan de él supondrá su propia esencia. La sexualidad femenina tiene por tanto dos espacios vitales, la reproducción y el erotismo[3]. De esta segunda división nace el concepto puta, un concepto genérico que designa a las mujeres definidas por su erotismo y cuyo núcleo son las trabajadoras del sexo[4].

Las trabajadoras del sexo son probablemente uno de los colectivos más oprimidos debido principalmente a la estigmatización que sufren, y son junto con ello, objeto de violencia, explotación, ilegalidad, marginación, falta de poder y cosificación, siendo por lo tanto invisibles tanto para las instituciones políticas como para la sociedad en general. Esta situación supone un obstáculo para conseguir los derechos de las prostitutas en todo el mundo, dificultando así que sean reconocidas como agentes sociales y políticas. A pesar de ello, tal como afirma Dolores Juliano, la fuerza del rechazo social actúa de manera paradójica, ya que por una parte aísla a las personas estigmatizadas dificultando así su organización, pero por otra, genera un gran enfrentamiento entre su modo de vida y el imaginario social dominante, llevándolas de ese modo a la organización y a la reivindicación de su legitimidad en el espacio público[5].

Esta comunicación surge por tanto de la necesidad de visibilizar y hacer valer los discursos y las practicas de las trabajadoras del sexo, con el fin de reivindicar todas estas experiencias como parte importante de la realidad social y política y reivindicar del mismo modo a las mujeres trabajadoras del sexo como agentes sociales y políticas, capaces de enunciar discursos e incidir en la vida pública. Para ello, intentaremos responder las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las razones y los fines que llevan a las trabajadoras sexuales a participar y movilizarse?, ¿Qué mecanismos, recursos o herramientas utilizan en dicha participación? Y por último, ¿Cuáles son los obstáculos a los que se enfrentan?

[1] Habermas, J. (1991) The Structural Transformation of the Public Sphere, The MIT Press, Cambridge, Massachusetts

[2] Fraser, N. (1990) “Rethinking the Public Sphere: A Contribution to the Critique of Actually Existing Democracy”, Social Text, nº25/26, pp.56-80

[3] Lagarde, M. (1990). Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México^ eDF DF: Universidad Nacional Autónoma de México.

[4] Pheterson, G. (2000). El prisma de la prostitución,  Talasa Ediciones, Madrid.

[5] Juliano, D. (2003). “Prostitución: el modelo de control sexual femenino a partir de sus límites”. Monografias, pp. 178-197.

Palabras clave: Participación, espacio público, trabajadoras del sexo, prostitución, feminismo