El uso de conceptos como ultraderecha, extrema derecha o fascismo se ha convertido en un tópico habitual para denominar a un conjunto de fuerzas políticas cuyo único común denominador es el de romper, desde posturas habitualmente asociadas a posturas de derecha en cada país concreto, consensos establecidos a nivel social. Así un partido nacionalista  secesionista en  Flandes  con tintes xenófobos puede ser considerado en un país como España dentro del mainstream político e incluso ser asociado a ideas de progreso. Estar en contra de la pertenencia a la UE o al Euro, realizar propuestas de limitar la inmigración  (en algunos casos sólo la islámica) o defender desde el estado puntos de vista tradicionales dentro de la moral cristiana pueden ser algunos rasgos de esta definición. También el hecho de hacer una suerte de propuestas espejo típicas de la izquierda sólo que asociadas a colectivos no asociados a la definición progresista común puede ser visto como ultraderechista. Los colectivos de nacionalismo blanco norteamericanos que imitan la retórica del Black Lives Matter pero asociada a los blancos o los colectivos de segregación masculina presentes en algunos ámbitos a imagen y semejanza de propuestas feministas también pueden ser vistos así. Este estudio pretende  indagar primero sobre la posibilidad de encontrar algún lineamiento común entre todos ellos, bien teóricamente bien organizativamente.