El propósito de este artículo es abordar, desde una perspectiva agonística, el papel de la Unión Europea (UE) en el proyecto habermasiano para la reconstrucción del sistema internacional, en un intento de contribuir a la reconstrucción crítica de este mismo paradigma. Con tal fin, se analizará la propuesta de Jürgen Habermas para la creación de un nuevo orden internacional. En este sistema multidimensional, una organización cosmopolita y global - cuyas funciones se limitan a cuestiones de Seguridad Internacional y Derechos Humanos - se superpone a un conjunto de organismos regionales supranacionales similares a la UE – que debería reformarse a través de un proceso de profundización y radicalización de la democracia. Por lo tanto, como puede observarse, en dicho paradigma la integración europea se presenta como alternativa post-nacional para el modelo estadocéntrico de articulación entre territorio, autoridad e identidad, ya que, para el autor, la solidaridad existente entre sus ciudadanos sería el resultado de un proceso de abstracción de los vínculos de pertenencia asociados al estado-nación y a la superación del pasado nacionalista.

Sin embargo, a partir de las contribuciones de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, que constituyen lo que aquí se presenta como una perspectiva agonística sobre el proceso de formación de las identidades políticas, se buscará analizar tal propuesta bajo un punto de vista crítico. De este modo, se subrayarán los fundamentos ontológicos del modelo de Habermas - que, en última instancia, subyacen en la creencia en la capacidad de disolver el disenso valorativo a través de procedimientos dialógicos. Este optimismo - que trasciende el debate académico y se incorpora en las expectativas de la sociedad civil - será reportado como el responsable de la crisis de identidad que amenaza el proceso de integración europea. Con este fin, se argumentará que, al no reconocer la inevitabilidad del poder en la conformación de las identidades políticas, los europeos se olvidan de sus fronteras internas, perdiendo la capacidad de comprender y compadecerse de los derrotados, es decir, de aquellos cuyos medios de vida fueron excluidos de este sueño cosmopolita porque se consideran incompatibles (musulmanes), peligrosos (gitanos) o, incluso, invisibles (las minorías nacionales).