En todos los conflictos armados a lo largo de la historia de la humanidad las mujeres han participado, desempeñando diferentes papeles; en unas ocasiones como víctimas y en otras formando parte de  los ejércitos. Tanto en un caso como en otro su participación ha estado históricamente invisibilizada.

En los conflictos bélicos la violencia ejercida contra la población civil causa un fuerte impacto de manera diferenciada en hombres y mujeres, como consecuencia de las atribuciones sociales y los roles de género que desempeñan en la sociedad. Las mujeres suelen ser víctimas de diferentes actos de violencia sexual utilizada como arma de guerra pues el conflicto empeora los patrones existentes de violencia sexual contra las mujeres y les deja secuelas físicas y psicológicas de por vida. Además de que tiene asociado un fuerte estigma social hacia las víctimas que son marginadas y discriminadas.

No se conoce con exactitud cuál es la incidencia de la violencia contra las mujeres y las cifras que se manejan se basan en estimaciones más o menos certeras; la mayoría de los expertos calculan que esta subestimada pues no todas las víctimas denuncian.

Partiendo de este planteamiento, con este trabajo pretendemos analizar la violencia ejercida contra las mujeres en los conflictos armados y cuál ha sido la respuesta internacional, especialmente la de Naciones Unidas, y el impacto que ha tenido en los conflictos más recientes. Para ello analizaremos las resoluciones de este organismo internacional y las estimaciones que ONU Mujeres establece al respecto, analizando sus informes y extrayendo consecuencias aplicables a la situación actual. En este sentido, la Resolución 1325 es uno de los instrumentos normativos de mayor repercusión por lo que supuso en cuanto al reconocimiento y comprensión de los efectos de los conflictos armados en las mujeres, así como su contribución en los procesos de pacificación.