Desde que se iniciara el tercer mandato de Vladimir Putin, en 2012, el Kremlin ha trabajado afanosamente en la articulación de un ciberespacio autónomo para Rusia, denominado en la mayor parte de la literatura con el acrónimo RuNet. En el espacio de este particular proyecto se anudan una pluralidad de iniciativas centradas en: (1) garantizar el dominio por parte de agentes domésticos del espacio informacional ruso; (2) reducir la dependencia exterior en materia de software, hardware e infraestructura técnica; (3) controlar los flujos de datos que atraviesan el territorio de la Federación Rusa; y (4) asistir a una cierta «rusificación» del espacio nacional ruso y de su esfera de influencia inmediata. Un agregado de objetivos planteados desde el Kremlin como cimientos para la magnificación de la «soberanía» nacional y como vector para encumbrar a Rusia a la posición de polo de referencia en términos tanto regionales como globales que, hoy todavía, no ha alcanzado una materialización práctica enteramente efectiva. Así, y aunque las autoridades rusas han logrado avances significativos en varios de los frentes planteados dentro del proyecto de RuNet, el sueño de un ciberespacio completamente autónomo, desconectado del ciberespacio global, permanece a la espera de ser realizado. En lo que sigue, esta comunicación se encarga de analizar los rudimentos teóricos en los que se cimienta el proyecto de RuNet mediante un análisis de los usos, lecturas y posición paradigmática de los conceptos de «soberanía» y «multipolaridad» dentro de los varios actos legislativos y políticas públicas implementadas por el Kremlin entre 2012 y 2022 con el objetivo de dar salida a su compulsión por fraguar un ciberespacio autónomo para Rusia. Tras ello, esta comunicación analiza el grado de cumplimiento de los objetivos que se ha ido marcando el gobierno ruso en relación con la fragua de este espacio, examinando de forma detallada sus éxitos y sus fracasos. Luego, la última parte de la comunicación la ocupa una reflexión sobre el coste que tendría, tanto para Rusia como para el resto de los actores que participan en la escena internacional, una implementación completamente satisfactoria de este sistema.