La crisis económica que estalló en 2007-8 provocó que arreciara el debate sobre la sostenibilidad del Estado de bienestar. Hasta entonces éste estaba regido principalmente por más tibias consideraciones sobre su desleimiento en criterios liberales y el alejamiento de los criterios keynesianos más ortodoxos (léase contagios de la Tercera vía y otras desviaciones ‘centristas’).

Si bien la crisis no ha causado ninguna sima en el discurso neoliberal, lo que sí ha provocado de rebote es el redoblamiento de las críticas tanto sobre los cimientos como sobre la legitimidad de las concepciones de lo que supone el Estado de bienestar. Es por ello que, además de indagar en las roturas causadas por la mercantilización como consecuencia de la inevitabilidad de seguir manteniendo las hechuras de la acumulación neoliberal (más fácil de identificar por el ruido y la furia que concitan), es decir, el evidente desmantelamiento de los servicios públicos, la mercantilización de ámbitos de la vida teóricamente salvaguardados, hay que reflexionar sobre cuál es el terreno ganado por los pequeños triunfos del liberalismo, como son los suponen el hablar de workfare, inversión social o de productividad de lo social por ejemplo.

Este trabajo trazará una línea de análisis partiendo del debate en torno a la crisis del Estado de bienestar en los años 70 hasta la actualidad, rigiéndose sobre todo por el concepto polanyiano de desmercantilización así como el de statecraft, término que engloba los objetivos de acumulación del Estado capitalista y la necesidad de legitimación del sistema en el que se inserta. Esta línea de análisis camina hacia el objetivo de vislumbrar de qué manera podría establecerse un cambio paradigmático.

Uno de los puntos a subrayar en este análisis será el hecho de que un mayor ámbito mercantilizado, con la pérdida de derechos social que supone, acompaña a un reforzamiento de la vertiente disciplinaria del Estado.