Hoy en día el auge del populismo, tanto de extrema derecha como el aumento de los movimientos de protesta de izquierda, pone las emociones en el centro del debate, y el conflicto político aparece controlado por pasiones tales como rabia y miedo. En este contexto cabe preguntarse ¿deberían las emociones jugar algún papel en la legitimidad de la política democrática? Este artículo explora los problemas de estas pasiones en la teoría y la práctica de la democracia. En primer lugar, se analiza el papel de las emociones en el escenario político actual, en particular el papel de ellas en los movimientos populistas. En segundo lugar, se emprende la búsqueda de una solución fuera de los límites de una comprensión estricta de los criterios democráticos deliberativos. El resultado es un replanteamiento de las posibilidades de la democracia deliberativa, una interpretación que abandona la búsqueda de la perfección en una sola institución, y apuesta por una comprensión más dialógica de la teoría deliberativa.