La presentación tendrá por objetivo efectuar una revisión crítica del concepto de “institucionalización de sistemas de partidos” utilizado en el estudio de los sistemas políticos de América latina en el transcurso de las décadas precedentes, enfoque analítico difundido en la región fundamentalmente a partir del trabajo de S. Mainwaring.

Durante los últimos años se ha vuelto evidente el uso problemático de este concepto, particularmente en lo referido a la relación entre estabilidad electoral y arraigo social de partidos (y/o coaliciones políticas). Como ha señalado Zucco, en referencia al caso brasileño, y en paralelo a nosotros (Avendaño y Sandoval), J.P Luna y D. Altman, en relación con la situación de Chile, se observa en ambos sistemas importantes niveles de estabilidad en los resultados de votación (o baja volatilidad electoral), lo cual tiende a coexistir, paradójicamente, con altos índices de desafección política y distanciamiento con partidos. El problema parece originarse en los alcances interpretativos otorgados por la “perspectiva de la institucionalización partidaria” a la constatación de bajos índices de volatilidad: para dicha escuela se trata de un efecto o resultado de un alto grado de cristalización de las preferencias de los electores (y viceversa en caso contrario), lo cual claramente se contrapone con el incremento de la desafección política acontecido en ambos sistemas democráticos. Es necesario, por ende, efectuar una revisión del concepto de institucionalización en cuanto a la relación entre dos de sus dimensiones: estabilidad de los patrones y raigambre social de los agentes de representación política.

Para efectuar esta revisión presentaremos resultados de una investigación llevada a cabo por los autores de la presentación, a partir de la cual pudimos constatar que la estabilidad electoral observada en la democracia chilena entre el periodo 1989 y 2009 no es el resultado de la preeminencia de un comportamiento de voto estable por parte del electorado, haciéndose presente, por el contrario, importantes niveles de cambio (o inestabilidad) en el comportamiento de los votantes. Todo lo anterior lleva a relativizar el peso de la dimensión “estabilidad electoral” en el esquema conceptual y operacional del concepto, haciéndose necesario proponer alternativas que permitan superar esta dificultad, estableciendo de mejor modo “la dirección causal” que interrelaciona ambas dimensiones  

Junto a lo anterior, integraremos también a nuestra revisión información proporcionada por otros trabajos y estudios relativos a la problemática, referidos tanto al caso chileno como al de otros países latinoamericanos. El resultado esperado es una reformulación conceptual y operacional del concepto de institucionalización partidista, con vista a superar las dificultades antes señaladas.