En determinadas regiones geográficas del sudeste asiático continental, la realidad de la violencia armada está muy a menudo relacionada con el contexto criminal, y es eminentemente transnacional en naturaleza. Este rasgo, sumado a que la mayoría de los Estados que sufren este tipo de violencia organizada acostumbran por muy diversas razones a enfocar las problemáticas regionales desde una perspectiva exclusiva de política interna, dificulta de manera exponencial la desactivación de los riesgos de seguridad y el establecimiento efectivo y duradero de un contexto de paz.

Dentro del área fronteriza que se extiende entre el noreste de India, el norte de Myanmar y el noroeste de Tailandia, numerosos grupos de insurgencia armada y criminalidad organizada llevan a cabo sus actividades con un alto grado de impunidad. Un aspecto relevante de la incapacidad de las agencias estatales y los cuerpos de seguridad nacionales para paliar los efectos de estos fenómenos es su recelo a entender dicha área como un conjunto geográfico de factores.

La proliferación de organizaciones ilícitas de todo tipo deteriora el entorno de seguridad y afecta al estado de la gobernanza. Su alto nivel de movilidad y su presencia transfronteriza posibilita que existan grandes sinergias entre grupos, lo que no hace sino crear un ciclo de violencia e ingobernabilidad que se extiende más allá de las fronteras de los países y abre la puerta a la cronificación de los conflictos armados existentes.