La reflexión sobre el poder y las Relaciones Internacionales nos han acompañado desde hace siglos. Especialmente desde la formación de un sistema global de Estados -liderado por España- desde el siglo XVI, en el sentido de lo desarrollado por el Decano de Relaciones Internacionales de la Universidad de Tsinghua (Xuetong, 2019). 

El estudio del poder, por tanto, ha pasado por varias fases. Lo anterior coincidente con el nacimiento y desarrollo de las distintas teorías de Relaciones Internacionales que tenían como intención explicar el mundo y las interacciones en el ámbito internacional. 

En las últimas décadas, hemos observado la popularización de varias de ellas, en especial del constructivismo y de los estudios críticos de seguridad, lo que ha exacerbado la brecha entre el mundo académico y la práctica profesional en el aparato de seguridad de los Estados. 

El escenario que se abrió durante la pandemia aceleró muchas de las dinámicas presentes en el mundo en cuanto al cambio de las relaciones de poder entre los distintos actores internacionales y vuelve a plantearse la necesidad de entender y desarrollar las mencionadas dinámicas a través del realismo ofensivo con autores como Mearsheimer (2019).

Un alejamiento entre la realidad internacional y el análisis que de ella se hace en los campus universitarios de Occidente puede agravar su pérdida de poder en el mundo en lo que podría ser el principio del fin de nuestra forma de organización política.

Desconocemos las consecuencias de un mundo globalizado en el que los actores hegemónicos son no-Occidentales, pero podemos advertir la dificultad de hacer que nuestro modelo sobreviva.

Los Estados tienen la responsabilidad de establecer claramente su interés nacional, desarrollar su estrategia para asegurarlo y contar con unos servicios de inteligencia eficaces para cumplir con este cometido.