Túnez ha sido la gran excepción entre los países árabes en donde tuvo lugar la gran ola de manifestaciones populares, conocidas como la Primavera Árabe, que provocaron la caída de cuatro dictadores árabes. El éxito de la transición tunecina ha sido posible gracias al consenso y al pactismo entre las diferentes fuerzas políticas tunecinas, laicas e islamistas. Y muy en concreto, el entendimiento entre el islamista Rachid Ghannouchi, y el laico y antiguo dirigente benalista, Baji Caed Essebsi.

El consenso y el pactismo fue clave para superar los momentos más angustiosos y dificiles del periodo transitorio. El consenso se accentuó después de las elecciones legislativas de 2014, en donde se produjo una gran alienza entre Nidae Túnez, partido laico presidido por Caed Essebsi, y el Partido Ennahda de Rachid Ghannouchi. La endémica crisis socioeconómica que padece Túnez y las tensiones e escisiones internas de estos dos partidos, tuvo como resultado un gran retroceso de Ennahda, y la casi desaparición de Nidae Túnez en las elecciones legislativas de 2019 y, el surgimiento de nuevos actores políticos populistas con proyectos antagónicos entre si. En 2019 nació un nuevo Parlamento fragmentado que dificulta los consensos.

De la caída de Nidae Túnez han surgido dos actores populistas laicos, Abir Moussi, líder del Partido Desturiano Libre, con un discurso populista extremista. Y Nabil Karoui, magnate de la comunicación, líder del partido Qalb Túnes, que logró el segundo puesto en las elecciones presidenciales de 2019 mediante un discurso populista social. Mientras que en el bando conservador han emergido como figuras populistas ultraconservadores, Saiffedine Makhlouf, líder de la Cualición Dignidad, y Kais Said, flamante ganador de las elecciones presidenciales.

Así pues, el objetivo de la presente comunicación es analizar el discurso y el proyecto político de los nuevos actores populistas que han cambiado el panorama político tunecino.