La paridad en candidaturas (50% hombres, 50% mujeres) que se ha incorporado en varios sistemas electorales, sobre todo en América Latina, tiene como objetivo aumentar la representación de las mujeres en los órganos de gobierno, mayormente en los parlamentos o congresos. Empero existen algunos elementos que todavía no han sido ponderados derivado de la poca discusión que existe respecto sus efectos más allá de la representación. La paridad puede considerarse como un componente o variable independiente de la fórmula electoral, y no una fórmula en sí, puesto que impacta la conversión de votos en escaños, “modificando” la libertad del voto a través de la discriminación positiva. Empero, la paridad tiene efectos diferenciados: a) si la lista es cerrada o abierta, b) si se aplica en distritos uninominales o plurinominales y, sobre todo, en c) quienes y cómo se confeccionan las listas y d) cómo se vota (cuantos votos tiene el elector).

En esta ponencia se argumenta que si bien los efectos de la paridad sobre la representación (descriptiva) son obvios, principalmente en la región latinoamericana, existen dos tres efectos poco tratados: primero, la presentación de candidaturas y la confección de listas, sobre todo en sistemas de listas cerradas, aumenta el poder de las élites partidistas; segundo, consecuentemente, limita la libertad de voto, pues la decisión de elegir a una mujer o a un hombre no está en el electorado sino en los partidos, afectando la calidad de la representación; y tercero, comparativamente, en los países dónde las mujeres han mejorado su representación sustantiva (más que descriptiva), llegando a alcanzar los más altos cargos de gobierno, tienen como características principales que son sistemas parlamentarios o monarquías parlamentarias (Finlandia, Alemania, Noruega, Dinamarca, solo por mencionar) con sistemas electorales altamente proporcionales con listas abiertas y/o con voto preferente.

En suma, la paridad es una vía, más no la única, para aumentar la representación de las mujeres, pero solo mejorará la calidad de la democracia representativa si se amplía la influencia del electorado ensanchando en igual medida sus posibilidades de votar y se reduce el poder determinante de los partidos sobre las candidaturas.