Una de las formas con las que contamos para tratar de llevar a cabo una Teoría Política Crítica es servirse de la Historia de la Teoría Política como fuente de inspiración. En ella podemos sumergirnos y rescatar discursos de autores de épocas pretéritas como modo de replantear ciertas categorías políticas que podrían haber sido olvidadas o ignoradas. Sin embargo, nuestro rastreo histórico debe contar unas precauciones mínimas puesto que servirse de las aportaciones de autores de los que nos separan varios siglos de distancia se presenta como un desafío en sí mismo. Así, cómo llevar a cabo esta tarea lleva siendo objeto de debate desde los mismos inicios de nuestra disciplina, de tal modo que la relación clásicos-actualidad sigue originando múltiples polémicas. En este sentido, las aportaciones de la Nueva Historia de los contextalistas lingüísticos de Cambridge vinieron a alertar sobre ciertas maneras de entender a los clásicos y de traerlos al presente.

A pesar de que para muchos las aportaciones de dicha escuela son consideradas como parte fundamental de los fundamentos metodológicos de la teoría política, otros muchos académicos de nuestra rama siguen rechazando sus métodos. Uno de los argumentos frecuentemente utilizados como forma de impugnación de las propuestas contextualistas es su supuesta tendencia a convertir la historia de las ideas en un anticuario o cementerio en el que descansarían los autores. Esto sería resultado de la utilización de una metodología que habría aislado a los clásicos en sus contextos temporales impidiendo una conexión directa con nuestros los problemas actuales. De ese modo, las precauciones metodológicas de dicha escuela estarían mermando la capacidad crítica de la teoría política como disciplina, lo que para algunos supone una merma en la relevancia de nuestra labor investigadora. Llegados a este punto se establecería una disyuntiva de vital importancia entre la búsqueda de unos asideros metodológicos que fundamentaran históricamente el pensamiento de los autores y la necesidad de servirnos de las aportaciones clásicas en nuestra materia para fundamentar mejor nuestras críticas del presente.

Partiendo de estos antecedentes, nuestro propósito es tratar de mostrar porqué se trata de un falso dilema en tanto que el enfoque contextualista, aun mereciendo ciertas críticas por la distancia entre el planteamiento inicial de su método y la plasmación práctica de éste en estudios de algunos clásicos, sí permite el establecimiento de conexiones teóricas entre distintos periodos. Para ello, por medio de un procedimiento rigoroso, detecta las diferencias entre tradiciones de pensamiento, dando lugar tanto a las mencionadas conexiones como a un reservorio teórico en el que se muestra una amplia gama de diferentes modos de comprender la política.