El error de Damasio, o por qué las emociones no son fascinantes.

Autor principal:
Roberto Losada Maestre (Universidad Carlos III de Madrid)
Programa:
Sesión 1
Día: jueves, 21 de septiembre de 2017
Hora: 16:30 a 18:30
Lugar: Seminario 2.1.

Desde que en 1994 Antonio Damasio publicara su influyente libro, Descartes' Error: Emotion, Reason and the Human Brain, se ha convertido en una obra de referencia en el renovado interés por las emociones que se vive en casi todos los ámbitos de la investigación científica. De la huella somática de la que habla este autor, que describe la necesidad que de las emociones tiene la razón, se ha recorrido un largo camino que parece desembocar en afirmaciones como las sostenidas por J. Haidt más recientemente, para quien todo es emoción y la razón no es más que mero argumento para tratar de explicar (y explicarnos) por qué actuamos de uno u otro modo. Estas ideas no son nuevas, antes que ellos, por ejemplo, Charles Stevenson defendía el emotivismo moral. El problema de qué hacer con las emociones (teniendo en cuenta que no siempre se está de acuerdo con qué sean estas) se entroja en las más diversas producciones intelectuales de la humanidad. En numerosas ocasiones han sido vistas como el origen del sufrimiento y se estimaba como la forma de vida más valiosa, o sublime, alcanzar la liberación de las mismas. Piénsese, por citar sólo dos ejemplos, en el Sāmkhya, donde Krisna afirma que la esencia de la filosofía es librarse, entre otros, del sufrimiento provocado por la naturaleza, o en el famoso desasimiento de Santa Teresa. Pero también se ha afirmado que son las emociones las que nos hacen humanos, como puede concluirse de la obra de Dylan Evans. Parece que Damasio comparte con los estoicos (y también en parte con Aristóteles) la idea de que las emociones son necesarias para explicar la acción humana ya que, de ser excluidas se está abocado a un razonamiento de regresión infinita. La importancia que esta forma de ver las cosas tiene para el pensamiento político no pude dejar de apuntarse. Baste recordar que, por ejemplo, en el paradigma del deseo mimético de Girard, es una emoción la que está en el origen de toda sociedad humana y también la que ocasiona su destrucción. Pero, igual que Damasio, Girard necesita el deseo (mimético en su caso) como detonante de la acción, porque parece que la ausencia del mismo, nuevamente, deja sin explicar por qué el ser humano actúa. Esta ponencia se plantea si esto es necesariamente así. Si como creían los griegos, la política es la actividad de los hombres libres, tal vez debería considerarse que no puede haber libertad si no hay capacidad de desprenderse de las emociones o, tal vez mejor expresado, si no existe la capacidad de tenerlas bajo control, consistiendo, entonces su papel, en mantenerse al margen de la actividad política. A fin de cuentas, las emociones parecen dejar lugar para una visión determinista del ser humano (algo de lo que se aprovechan hoy numerosos algoritmos que tratan de predecir nuestras decisiones). En este sentido, las emociones no serían fascinantes, ya que como afirma uno de los personajes más conocidos de la ciencia ficción y que representa el modelo de la supresión completa de las emociones, Mr. Spock, “fascinante es una palabra que se usa para lo inesperado”.

Palabras clave: Emociones, libertad, emotivismo, deseo mimético, estoicismo